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Proteína y Entrenamiento: Evidencia Médica y Nutricional

Introducción

La relación entre el consumo de proteína, el rendimiento físico y la salud metabólica ha sido ampliamente estudiada en los últimos años. La evidencia actual combina lo mejor de la medicina, la nutrición y la ciencia del ejercicio para responder preguntas clave que hoy se hacen miles de personas que entrenan en gimnasio o buscan optimizar su composición corporal. A continuación, encontrarás respuestas explicadas con datos actualizados y basadas en estudios clínicos recientes.


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1. ¿Cuánta proteína necesita realmente una persona que entrena?


Los estudios más robustos indican que una persona activa que realiza entrenamiento de fuerza necesita entre 1.6 y 2.2 g de proteína por kilogramo de peso al día, cifra respaldada por un metaanálisis del Journal of Nutrition (2023). Se ha demostrado que esta es la cantidad óptima para estimular la síntesis de proteína muscular (MPS). Por debajo de este rango, la ganancia de masa muscular disminuye, incluso con rutinas bien estructuradas.

Además, investigaciones recientes señalan que el límite máximo efectivo de absorción por comida no es 30 g, como se creía antes, sino que depende del total diario y de la intensidad del entrenamiento. Aun así, distribuir la ingesta en 3 a 4 comidas proteicas potencia la MPS hasta en un 25%, según Sports Medicine (2022).


2. ¿Es necesaria la proteína en polvo o basta con la alimentación?

La evidencia médica muestra que la proteína en polvo no es obligatoria, pero es una herramienta útil. Un estudio de Nutrients (2024) encontró que quienes consumen proteína exclusivamente de alimentos naturales pueden alcanzar sus requerimientos, pero les resulta más difícil llegar al rango óptimo si entrenan más de 4 veces por semana. La proteína en polvo facilita la adherencia, especialmente si se necesita ingerir más de 120 g diarios.

Por otra parte, se ha demostrado que la calidad de la proteína importa. La whey protein, por ejemplo, presenta una absorción del 94%, mientras que la proteína de origen vegetal ronda el 80–85% dependiendo de la mezcla. Esto no significa que una sea superior, sino que se deben ajustar las cantidades y complementar aminoácidos esenciales.


3. ¿Qué pasa si se consume “mucha” proteína? ¿Es dañina para los riñones?


Los estudios actuales son claros: en personas sanas, el consumo elevado de proteína NO afecta la función renal. Un metaanálisis de Advances in Nutrition (2024), que evaluó a más de 1.000 participantes durante 2 a 5 años, encontró que una dieta alta en proteína (hasta 3 g/kg/día) no alteró la tasa de filtración glomerular (TFG) ni aumentó marcadores de daño renal.

El mito surge por extrapolar recomendaciones de pacientes con enfermedad renal crónica (ERC) a personas sanas. En quienes sí tienen enfermedad renal, una ingesta alta de proteína puede acelerar el deterioro; por eso es crucial hacer seguimiento médico anual. Pero para individuos sin patología renal, no existe evidencia que indique riesgo.


4. ¿Debo tomar proteína justo después de entrenar? ¿Existe “la ventana anabólica”?


Hoy sabemos que la ventana anabólica no es de 30 minutos exactos. Estudios de The Journal of Applied Physiology (2023) muestran que la ventana real dura entre 2 y 5 horas, dependiendo de la última comida del día. Esto significa que lo importante no es la inmediatez, sino el total proteico diario.

Aun así, consumir de 20 a 40 g de proteína dentro de las 2 horas posteriores al entrenamiento puede aumentar la síntesis muscular hasta en 17%, pero solo si el total proteico diario está en el rango adecuado. En otras palabras: la proteína post-entreno ayuda, pero no “salva” una dieta deficiente.


Conclusión

La ciencia actual nos muestra que el binomio medicina + nutrición es clave para tomar decisiones inteligentes sobre proteína, entrenamiento y salud. No se trata solo de fuerza o estética, sino de construcción muscular, control metabólico, prevención de sarcopenia y bienestar a largo plazo. Consumir la cantidad adecuada de proteína, entender su calidad y ajustar los tiempos de ingesta puede marcar una diferencia real en el rendimiento y la salud integral.



 
 
 

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