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El duelo desde la medicina: ciencia, salud y acompañamiento

El duelo es una de las experiencias más universales de la vida humana. Sin embargo, lejos de ser una enfermedad, la ciencia lo reconoce como una respuesta normal del cerebro y del cuerpo ante una pérdida significativa. La medicina moderna ha avanzado en comprender cómo este proceso afecta la salud física y mental, y qué estrategias pueden ayudar a atravesarlo de manera más saludable.

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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023), entre un 7 % y un 10 % de las personas que viven un duelo desarrollan lo que se conoce como “duelo prolongado”, una condición clínica que se asocia con mayor riesgo de depresión, ansiedad y deterioro de la calidad de vida. Además, investigaciones recientes del National Institutes of Health (NIH, 2023) señalan que el duelo intenso puede incrementar hasta en un 41 % el riesgo de eventos cardiovasculares en los primeros seis meses posteriores a la pérdida.


1. El duelo no es una enfermedad, es una respuesta natural


Desde la medicina entendemos el duelo como una respuesta adaptativa. El cerebro activa áreas como la amígdala y el hipocampo, relacionadas con el estrés y la memoria, lo que explica síntomas como insomnio, dificultad de concentración o cambios en el apetito. Estos síntomas, aunque incómodos, forman parte del proceso de adaptación.


Lo importante es no patologizar el duelo en su inicio. Estudios recientes muestran que la mayoría de las personas logra adaptarse en un período de 6 a 12 meses, aunque el tiempo varía según la intensidad de la relación perdida y los recursos de afrontamiento de cada individuo. La normalización de esta experiencia es clave para reducir la estigmatización en salud mental.


2. El impacto físico del duelo


El duelo no solo afecta la mente, también impacta al cuerpo. La llamada “respuesta de estrés prolongado” aumenta la producción de cortisol, lo que puede debilitar el sistema inmunológico. Un estudio de la American Heart Association (2022) identificó que quienes atraviesan un duelo intenso tienen un 20 % más de riesgo de infecciones respiratorias y gastrointestinales.


Además, el riesgo cardiovascular es uno de los más documentados. La “cardiomiopatía por estrés” o “síndrome del corazón roto” es una condición real: se estima que hasta un 5 % de los casos de dolor torácico agudo en emergencias están relacionados con eventos de duelo. Estos datos muestran que la pérdida puede literalmente doler en el corazón.


3. El impacto psicológico y el duelo prolongado


Si bien la mayoría logra adaptarse, un porcentaje significativo desarrolla un duelo complicado o prolongado. En 2022, la American Psychiatric Association incluyó el “trastorno de duelo prolongado” en el DSM-5, reconociéndolo como diagnóstico clínico. Se estima que alrededor de 1 de cada 10 personas en duelo presenta síntomas que persisten más de un año con gran afectación funcional.


Los síntomas más frecuentes incluyen tristeza intensa, sensación de vacío, pensamientos recurrentes sobre la persona fallecida y dificultad para reintegrarse a la vida cotidiana. Cuando estos persisten, aumenta el riesgo de depresión mayor, abuso de sustancias y conductas suicidas. Por eso, la intervención médica y psicológica temprana puede marcar la diferencia.


4. Factores de riesgo y de protección

Existen condiciones que aumentan la vulnerabilidad al duelo complicado, como antecedentes de depresión, falta de apoyo social, muertes repentinas o traumáticas, y situaciones de aislamiento. Por ejemplo, estudios posteriores a la pandemia mostraron que las personas que perdieron seres queridos por COVID-19 reportaron tasas 1,5 veces mayores de duelo prolongado en comparación con pérdidas en contextos distintos.


En contraste, factores de protección como redes de apoyo sólidas, rituales de despedida significativos y acompañamiento profesional reducen el riesgo de complicaciones. Aquí es donde la medicina, la psicología y la comunidad juegan un papel fundamental, al ofrecer un espacio seguro para la expresión emocional y la adaptación.


5. La importancia del acompañamiento profesional


El acompañamiento en el duelo no significa acelerar el proceso, sino brindar herramientas para transitarlo con menos sufrimiento y prevenir complicaciones. La OMS (2023) recomienda la intervención temprana cuando el dolor interfiere con las actividades diarias durante más de seis meses, o cuando aparecen síntomas de depresión o ansiedad severa.


La atención médica y psicológica no solo ayuda a aliviar síntomas, también facilita transformar el dolor en resiliencia. Terapias como la cognitivo-conductual, la terapia de aceptación y compromiso, o grupos de apoyo específicos, han mostrado eficacia en el manejo del duelo prolongado. Como médicos, nuestro mensaje es claro: pedir ayuda no es signo de debilidad, sino un paso hacia la salud.


Conclusión

El duelo es una experiencia inevitable, pero no debe vivirse en soledad ni en silencio. Entenderlo desde la medicina permite reconocerlo como un proceso natural, con impactos reales en cuerpo y mente. Y lo más importante: con el acompañamiento adecuado, es posible transformar la pérdida en resiliencia y en una nueva forma de conexión con la vida.

 
 
 

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